Una cosa es este momento lógico de constitución del narcisismo y del YO, de todo ser humano, y otra es que de ella se haga un dogma, se literalice en tanto máxima.
Hace poco una paciente me contaba, desbordada, que estaba complicada con algunos temas de crianza: quería descolechar, hacer un destete nocturno y poder manejar "mejor" los berrinches de su hija. Se escuchaba su agobio, su encierro. Se la notaba atrapada, no tanto en lo intenso de cada uno de estos momentos del desarrollo infantil, sino entre lo que quería y necesitaba hacer y lo que sentía que DEBÍA HACER ("porque es lo mejor para mi hija", de acuerdo a algunos puntos del paradigma de crianza al que adhiere.)
No queriendo cumplir con determinadas propuestas de crianza con las que no acuerda, termina atrapada en una nueva, con la que comulga, pero que la sobrepasa, donde no encuentra espacio para lo que ella quiere, desea y puede.
Para poder dialectizar de algún modo la ya muchas veces planteada dicotomía entre Adultocentrismo y Niñocentrismo, me sirvo de un concepto de la Lic. Natalia Liguori, el "vinculocentrismo", que propone pensar "...en todo lo que se genera en el singular encuentro entre estos dos seres únicos, la pareja de crianza. Una perspectiva en la que se contemplen los deseos y las necesidades de ambas partes de este vínculo".
Y me gustaría dejar abierta la posibilidad de no pensar tanto en "centros" o de poder pensar en una suerte de "centralizaciones rotativas", que el foco se vaya desplazando sin invisibilizar a ninguno de los otros elementos, moviéndose, respetuosamente, para todxs los que en ese movimiento intervengan.
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